EL HAMBRE EN EL MUNDO, UN DESAFIO DE CONCIENCIA

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sábado, 4 de julio de 2009

Hablando de democracia en México


La democracia, en un sentido macro, es el instrumento político que permite a los ciudadanos de un país elegir libremente a sus gobernantes. No es un instrumento perfecto, pero es el mejor que la mente humana ha podido concebir a través de siglos de dolorosa experiencia, sin que haya hasta el momento otro que pueda sustituirlo. Por ello, la aplicación de la democracia en nuestro país como modelo político a seguir está fuera de discusión. La falta de voluntad política para aplicarla por parte de quienes tienen esa obligación en México (porque "nuestro país" no es democrático, aunque se haya avanzado mucho en ese sentido), constituye un verdadero crimen de graves proporciones porque con ello se le niega a los mexicanos la posibilidad de tomar decisiones propias, asumir las consecuencias de dichas decisiones y corregir o continuar el rumbo que todos se han trazado.
Sin embargo, el concepto moderno de democracia no se limita exclusivamente a la elección de los gobernantes a través de la libre expresión de las mayorías. Afortunadamente lo que hoy se entiende por democracia es diferente a lo que antes se pensaba de ella. Eso quiere decir que la democracia ha evolucionado. Así, por ejemplo, antes la democracia era un instrumento de unos cuantos; incluso la decisión de las mayorías podía llegar a ser verdaderamente tiránica en detrimento de minorías de diferentes matices. La democracia se ha perfeccionado con años de aplicación. Por eso hoy tenemos, como puntos indispensables de la agenda democrática, temas como el de los derechos humanos, las restricciones al ejercicio del poder, los derechos de las minorías, el medio ambiente, el acceso a la justicia y un largo etcétera de asuntos que, de no considerarse, no podría decirse que se está hablando de democracia.
No obstante su evolución, la alternancia en el poder sigue siendo condición indispensable para que la democracia se cumpla. No hay democracia sin alternancia en el poder. Quien no acepte o no entienda este principio, no sabe lo que es la democracia. La alternancia en el poder dentro de un sistema político significa que quienes eligen a los gobernantes de un país podrán optar por aquellos candidatos que consideran más aptos, con la seguridad de que su decisión será aceptada.
Este derecho democrático, es decir, el derecho de poder elegir libremente a quienes nos van a gobernar, no se cumple en México. Efectivamente, en este país los mexicanos no podemos elegir libremente a ningún candidato a puestos de elección popular porque los procesos electorales son totalmente inequitativos, nublando con ello la capacidad de decisión de los ciudadanos. Esto sucede por falta de legislación y por falta de aplicación efectiva de la norma existente. Pero además, sucede porque a los gobernantes emanados del partido oficial sencillamente no les da la gana de participar en procesos electorales justos y equitativos que impliquen, por tanto, la posibilidad de que su partido pueda perder las elecciones.
Así, vemos cómo en Yucatán el gobierno estatal reparte toda clase de objetos con el membrete de "apoyos oficiales" oportunamente otorgados (como si no tuvieran esa obligación o no fuera nuestro dinero el que se reparte) a pocos días de las elecciones federales. Leemos en el periódico Reforma de la capital mexicana la transcripción de una llama telefónica del Gobernador de Chiapas a su responsable de comunicación, ordenando que la prensa del Estado que gobierna publique en primera plana un supuesto triunfo del candidato oficial en el debate presidencial realizado hace unas semanas. Luego seguimos con detenimiento los sucesos en torno a Porfirio Muñoz Ledo, y a todas luces nos damos cuenta de un asunto turbio en el que el gobierno federal parece manipulador de acontecimientos que ponen en peligro la gobernabilidad del País, porque aparentemente con sus acciones toma partido a favor del candidato oficial presidencial.
No hay al día de hoy democracia en México, porque no hay alternancia en el poder por más que algunos Estados y buena parte del Congreso estén en manos de la oposición; ello no es suficiente para que afirmemos que existe la democracia en México. Lo que hay es un proceso de transición democrática que debe llevarnos precisamente a ella.
No parece que podamos culminar dicha transición en el presente proceso electoral, porque no existe la menor posibilidad de elegir libremente a nuestros gobernantes por lo injusto e inequitativo del mismo proceso.
No hay la menor garantía de que la nomenklatura oficial (obviamente, pieza fundamental en la transición democrática actual) vaya a respetar una decisión emanada de los mexicanos, diferente a la opción que ellos representan. La presencia del Manuel Bartlett Díaz en el equipo de campaña oficial parece confirmar la situación. ¿Qué hace el responsable de la "caída del sistema" del 88 con Francisco Labastida? Su presencia solamente añade sospechas de fraude electoral, lo mismo que las reuniones con los gobernadores y los secretarios de Estado, por más que se diga que tienen derecho a apoyar al candidato oficial en su condición de simples ciudadanos. En este país no se puede pensar de esa manera, y menos cuando existen antecedentes de apoyos descarados del gobierno, en todos los niveles, a favor del partido oficial con toda la maquinaria del Estado. Se tiene que actuar con sensibilidad política, con buena voluntad y con conciencia de que estamos en una transición democrática.
El oficialismo no parece entender la situación actual del País, con todo y que la responsabilidad de una transición democrática pacífica es principalmente de ellos. Sin equidad en los procesos electorales y la voluntad de respetar la decisión libre que tomen los mexicanos, difícilmente podremos continuar en un rumbo de paz y prosperidad para México. (F.G.M., Mérida, Yucatán, Méx., mayo de 2000)

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